EL LOBO BUENO-Cuentos para dormir-

EL LOBO BUENO

Autor: Annesdy Tellado

Érase una vez, un lobo que vivía en el bosque. Su pasatiempo favorito era soplar los
globos de cumpleaños, hornear bizcochos y salir con sus amistades. Le gustaba realizar
diferentes tipos de actividades, no había algo más grande que le llamará su atención que
no fuese su empleo. El lobo era un payaso de profesión. Un día pasó algo lamentable, en un cumpleaños en el que el lobo estaba trabajando. Faltó dinero de la cartera de la madre organizadora.
Las pistas apuntaban que el lobo era el culpable. Todos los animales comenzaron a desconfiar del lobo. No tenía las mismas invitaciones de cumpleaños, ya no podía trabajar honradamente. Perdió su casa y se fue a vivir con su abuelita. El lobo comenzó a llorar, ya que la explicación que le dieron fue que como algunos lobos de su generación eran perversos, a lo mejor él llevaba eso por sus venas.
La explicación que le habían dado al lobo no lo convencía, así que comenzó una investigación.
Tomó una lista de los invitados del cumpleaños donde ocurrió el robo, pero al visitar las casas nadie quería abrirles sus puertas para que él pudiera hacer las preguntas que quería realizar para acumular pistas para su investigación. Cansado de tanto recorrer el bosque se sienta en un banco que quedaba al frente de una tienda.

De momento ve a un cerdito junto con una niña vestida de rojo. Los ve saliendo de una de las tiendas con muchas bolsas y sin adultos, algo muy inusual.

El lobo siguió a la niña vestida de rojo y al cerdito. Ellos comenzaron a hablar sobre la actividad de cumpleaños y el lobo los grabó con su teléfono inteligente. El cerdito y la niña vestida de rojo siguieron hablando y sin darse cuenta confesaron de como ellos tomaron el dinero y se inventaron unas pistas para que las personas pensaran que el lobo era el malo. Ambos reían, compraban mantecados y mucha ropa mientras que el lobo los siguió grabando hasta que creyó que ya tenía suficiente evidencia, así que apagó su teléfono. El cerdito y la niña vestida de rojo se percataron que el lobo los estaba grabando así que comenzaron a seguirlo. El lobo tratando de escapar de ellos, iba tan veloz que se le cayó su teléfono inteligente.
La niña vestida de rojo y el cerdito pararon al lobo, al ver que su teléfono se había descompuesto se comenzaron a burlar de él. Ellos no se percataron que los padres de ambos los estaban escuchando. El cerdito y la niña sin darse cuenta confesaron su delito delante de sus propios padres.
Los progenitores del cerdito y de la niña los castigaron. Como penitencia la niña y el cerdito antes de ir a la escuela, tienen que anunciar la inocencia del lobo por todo el pueblo para que pueda recuperar la
confianza y su antiguo trabajo. Los padres aprendieron a no juzgar solamente por lo que escuchan. Los niños aprendieron a no robar y a no decir las cosas privadas en público.

Recuerda: Todas las cosas ocultas, en algún momento sale a la luz.

EL PAISAJISTA-Cuentos para dormir-

EL PAISAJISTA

(Cuento tradicional chino).

Hace muchos, muchos años, cuando no existían las cámaras de fotos, ni los teléfonos móviles, ni tan siquiera las televisiones, un emperador envió a un pintor de mucho talento a una provincia lejana, desconocida, con la misión de traer imágenes pintadas. El deseo del emperador era conocer así aquellas provincias.

El pintor viajó mucho, visitó los recodos de los nuevos territorios, pero regresó a la capital sin una sola imagen, sin siquiera un boceto.

El emperador se sorprendió, e incluso se enfadó.

Entonces el pintor pidió que le dejasen un gran lienzo de pared blanca del palacio. Sobre aquella pared representó todo el país que acababa de recorrer. Cuando el trabajo estuvo terminado, el emperador fue a visitar el gran fresco. El pintor, pincel en mano, le explicó todos los rincones del paisaje, de las montañas, de los ríos, de los bosques.

Cuando la descripción finalizó, el pintor se acercó a un estrecho sendero que salía del primer plano del fresco y parecía perderse en el espacio. Los ayudantes tuvieron la sensación de que el cuerpo del pintor se adentraba en el sendero, que avanzaba poco a poco en el paisaje, que se hacía más pequeño. Pronto una curva del sendero lo ocultó a sus ojos. Y al instante desapareció todo el paisaje, dejando el gran muro nuevamente blanco.

EL GALLO QUIRICO-Cuentos para dormir-

EL GALLO QUIRICO

Este es el cuento del gallo Quirico, que iba a la boda de su tío Perico, en el camino, se encontró un gusanito en una charca: -¿Dónde vas gallo Quirico? –Preguntó el gusanito-. -Voy a la boda de mi tío Perico. –Respondió amablemente el gallo Quirico-. -¿Por qué no me llevas contigo? -Muy bien, te llevaré dentro. Y sin poder resistir la tentación el gallo se tragó el gusanito ensuciándose el pico. Tropezó con la hierba y le dijo: -«Hierba límpiame el pico que voy a la boda de mi tío Perico. -¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime: -¿Dónde está el gusanito? -No sé, no lo he visto. -Gusano, gusanito, ¿Dónde estás que hoy no te he visto? –Preguntó la hierba-. -Aquí estoy en la tripita del gallo quirico que me lleva a la boda de su tío Perico. –Respondió, ingenuamente el gusanito-. -Mal bicho Quirico, como me has mentido, ¡toma, toma! límpiate tú el pico. Continuó andando y se encontró con la oveja y le dijo: -Oveja cómete la hierba, que no ha querido limpiarle el pico, para ir a la boda de su tío Perico. -¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime: -¿Dónde está el gusanito? -No sé, no lo he visto. -Gusano, gusanito, ¿Dónde estás que hoy no te he visto? –Preguntó la oveja-. -Aquí estoy en la tripita del gallo quirico que me lleva a la boda de su tío Perico. –Respondió, ingenuamente el gusanito-. -Mal bicho Quirico, como me has mentido, ¡toma, toma! límpiate tú el pico. Buscó un palo y le dijo: -Palo pega a la oveja, que no había querido comerse la hierba, que no le había limpiado el pico, para ir a la boda de su tío Perico. -¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime: -¿Dónde está el gusanito?. -No sé, no lo he visto. -Gusano, gusanito, ¿Dónde estás que hoy no te he visto? –Preguntó el palo-. -Aquí estoy en la tripita del gallo quirico que me lleva a la boda de su tío Perico. –Respondió, ingenuamente el gusanito-. -Mal bicho Quirico, como me has mentido, ¡toma, toma! límpiate tú el pico. Y como el palo no quiso, fue en busca del fuego y le dijo: -Quema el palo, que no quiso pegar a la oveja, que no quiso comerse la hierba, que no quiso limpiarle el pico, para poder ir a la boda de su tí Perico. -¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime: -¿Dónde está el gusanito?. -No sé, no lo he visto. -Gusano, gusanito, ¿Dónde estás que hoy no te he visto? –Preguntó el fuego. -Aquí estoy en la tripita del gallo quirico que me lleva a la boda de su tío Perico. –Respondió, ingenuamente el gusanito-. -Mal bicho Quirico, como me has mentido, ¡toma, toma! límpiate tú el pico. Y como el fuego no quiso quemar el pelo, tropezó con el agua y le dijo: -Que apagara el fuego, que no quiso quemar el palo, que no quiso pegar a la oveja, que no quiso comerse la hierba, que no quiso limpiarle el pico para ir a la boda de su tío Perico -¡Muy bien, gallo Quirico!, pero dime: -¿Dónde está el gusanito? -No sé, no lo he visto. -Gusano, gusanito, ¿Dónde estás que hoy no te he visto? –Preguntó el agua-. -Aquí estoy en la tripita del gallo quirico que me lleva a la boda de su tío Perico. –Respondió, ingenuamente el gusanito-. -Mal bicho Quirico, como me has mentido, ¡toma, toma! límpiate tú el pico. Después de tanto vapuleo, arrepentido el gallo Quirico, vomitó intacto el gusanito, y el agua no tuvo que apagar el fuego, el fuego no quemó el palo, el palo no pegó a la oveja, la oveja no se comió la hierba, y la hierba limpió el pico del gallo Quirico que por fin, feliz y contento pudo asistir a la boda de su tío Perico.

JULIO JORGE, EL NIÑO TRAVIESO-Cuentos para dormir-

JULIO JORGE, EL NIÑO TRAVIESO

Anónimo argentino.

JULIO JORGEJulio Jorge es un hermoso niño de poca edad, inteligente y vivaz, que tiene el defecto de no obedecer las órdenes que le dan sus padres.

Al cumplir los tres años, hubo una gran fiesta en la casa del pequeñuelo, a la que concurrieron muchos amiguitos y diversas amistades de la familia.

Entre el gran número de regalos que recibió Julio Jorge ese feliz día, resaltaba un lucido burrito de cartón con plomizo pelaje y largas orejas, obsequio de su madrecita Matilde.

Cuídalo -dijo la buena señora al entregárselo; este burrito que mueve la cola y la cabeza, lo debes guardar, para que constituya un grato recuerdo de tu niñez, cuando seas hombrecito.

Julio Jorge, prometió no romperlo y comenzó a jugar con el burrito, corriendo por los pasillos de la casa ante la alegría de sus abuelos Diógenes, Isaura, Francisco y Matilde.

Pero, como era de presumir, la promesa fue olvidada bien pronto por el niño pillín, y a los pocos días, cansado del burrito que movía la cabeza, se propuso romperlo para curiosear qué tenía en su voluminosa panza.

Se apoderó de un afilado cuchillo, a hurtadillas de sus progenitores, se arrinconó tras de la puerta de la cocina y comenzó la repulsiva tarea de someter a una pintoresca autopsia al bonito pollino de cartón.
Tomando al juguete por las patas, inició el trabajo, asestando una profunda puñalada en el pecho del borrico y cual no sería su sorpresa y su pánico, cuando escuchó de boca de su víctima, las siguientes palabras:

– ¿Por qué quieres deshacerme? ¿Acaso no soy tu compañero y juego a todo hora contigo sin que me canse de ti?

Julio Jorge, repuesto del susto y creyendo que la voz había llegado de las habitaciones contiguas, intentó proseguir la tarea, cuando de nuevo el burrito repitió su queja:

– ¡No me hieras amiguito! ¡No merezco este fin tan desastroso!

– Me gustaría saber qué tienes dentro -respondió el niño sin detenerse en su trabajo.

– Tengo madera y lana -contestó el animalito lastimero.- ¡Sería una crueldad que me destrozaras!

– ¡Nada me importan tus quejas! ¡Tengo muchos juguetes con que entretenerme aunque tú me faltes!

– ¡No digas semejante cosa Julio Jorge! ¡Si me despedazas, algún día sentirás mi desaparición y llorarás mi ausencia!

El niño travieso, no se conmovió ante los lamentos y prosiguió su obra de destrucción.
Por fin rodó por el suelo un pedazo.

– ¡Ay, mi patita! -gritó el burrito.

Otra parte del animal caía más tarde.

– ¡Ay, mi cola! -se lamentó la víctima.

Y poco a poco, entre quejas y expresiones de resignación, el hermoso juguete fue convirtiéndose en algo inservible, en las manos crueles del travieso niño.
Una vez terminada su desdichada obra, Julio Jorge miró los restos de su amigo esparcidos por el suelo, transformado en un informe montón de maderas y de vellones de lana, y entonces, cuando ya no había remedio, se dio exacta cuenta de su mala acción y del remordimiento que le produciría con el tiempo la desaparición de tan lindo juguete.

– ¡Mi papá me comprará otro! -dijo, por fin, en tono de consuelo y corrió para seguir sus juegos con otros muñecos que se hacinaban en un rincón de su cuarto de recreo.

Días más tarde, recordando a su compañero de juegos, el burrito que movía la cabeza, rogó a su padre le adquiriera uno igual al desaparecido, y ante la rotunda negativa que se le dio como castigo por su afán destructor, Julio Jorge comenzó a sentir dolorida su almita, por la ausencia del lindo juguete que tantos ruegos le dirigiera para que no lo despedazara.

Muchas noches, en su sueños infantiles, se le apareció el buen burrito y escuchó estremeciéndose en el lecho su voz dolorida, y tanta y tanta fue su pena ante el recuerdo del frágil compañero, que vertió copioso llanto y juró no romper jamás otro juguete, que al fin y al cabo, eran y siguen siendo, sus amiguitos más dóciles, más nobles y más bellos.

UN DÍA UNA SEÑORA SE MONTÓ SOBRE UNA RANA-Cuentos para dormir-

UN DÍA UNA SEÑORA SE MONTÓ SOBRE UNA RANA

Autora: Elisa Ramírez Guerra.

ranas_pantanoUn día una señora se montó sobre una rana
y con ella saltó hasta un bosque de lana.
Todo era muy suave,
Pero… ¡oh, cielos, una llave!
Buscando por todas partes una puerta,
La señora encontró una ventana abierta.
Se asomó a mirar qué había
Y se vio colgada de una rodaja de sandía.
Trepó hasta el extremo más alto de la fruta,
Donde reinaba una calma absoluta.
Allí se tumbó para echar un sueñecito
Pero no la dejaba dormir el zumbido de un mosquito.
Se fijó en la cara del insecto,
Que tenía un bigote muy recto
Y con él se echó a volar
Sobrevolando en sus alas el mar.
Cayó la señora al rato en una isla desierta;
Y por toda la selva siguió buscando una puerta.
Tropezó de repente con un marciano
Que amablemente estrechó su mano
La mano estrechada con aprecio
se convirtió al punto en un trapecio.
Y en el circo, en medio de la pista
La señora, feliz, actúa de trapecista.

La gente aplaude, y del aplauso brota
Una gigantesca gota
Y un pirata con pata de palo
Que ensaya su cara de malo.

SAMUEL, EL PESCADOR ORGULLOSO-Cuentos para dormir-

SAMUEL, EL PESCADOR ORGULLOSO.

Autor: Richard Oses.

pescador orgullosoÉrase una vez una preciosa aldea que había cerca de un río muy grande, en la que todos los años, desde que los mas ancianos del lugar recordaban, se celebraba un concurso de pesca. Siempre se organizaba por el mes de Noviembre, cuando los peces eran fuertes, saltaban vivarachos e inundaban todos los rincones del río.

Al concurso acudían los mejores pescadores provenientes de todas partes del mundo. Los noruegos tenían fama de ganar siempre, pues estaban acostumbrados a los concursos de salmón que se organizaban en su país. Aunque los españoles se defendían muy bien pescando truchas y barbos. Algunos pescaban desde sus barquitas de madera, otros preferían competir desde la orilla del río.

Samuel era una persona muy soberbia, pretenciosa y orgullosa, y a la hora de concursar también lo era. Aquel día se había propuesto pescar el pez más grande jamás pescado y ganar a los expertos noruegos y españoles.

La mañana amaneció con un espléndido y grandioso sol que bañaba de luz la aldea y sus alrededores, y Samuel madrugó mucho para llegar el primero al río. Su madre se extrañó al verlo madrugar tanto. El joven Samuel le explicó que lo hacía para ganar el concurso de pesca. –Pero hijo, ten cuidado. Deberías ir con alguien más en la barquita, no vaya a ser que te ocurra algo-. No te preocupes mamá, esta noche he soñado que voy a ganar el concurso y lo voy a hacer sólo. – ¿Y si al final pescas un pez gigantesco? Podría hacerte zozobrar y tirarte al río. Es muy peligroso-. Dijo su madre en tono de preocupación. Pero Samuel reía sin parar mientras se despedía de su madre.- Soy más fuerte que todos los peces del río juntos- Le contestó mientras se alejaba.

El río y sus acequias se fueron llenando poco a poco de participantes. Raúl se afanaba en encontrar el mejor sitio para hacerse con su anhelada pieza que le daría el triunfo del concurso. Buscó con ímpetu el pez más grande bajo las aguas del río pero no tenía la suerte que esperaba encontrar. Decidió alejarse un poco hacia aguas más profundas, donde el curso del río era más agresivo y peligroso, pero los peces más grandes y pesados. Cuando comenzaba a atardecer y sólo quedaba una hora para que el concurso finalizase, un enorme pez picó el anzuelo. Era tan grande y pesado que él sólo no podía sacarlo del agua. Después de varios minutos luchando contra el pez, consiguió cansarlo pero era muy tarde; la noche ya había llegado, no encontraba la forma de regresar y tampoco quería cortar el sedal y que el pez se le escapase. Tuvo suerte de que un participante se cruzase en su camino de regreso a la aldea, pero Samuel no fue capaz de pedirle ayuda ni de explicarle la embarazosa situación en la que se encontraba. Quería que todos le aplaudiesen al verle llegar sólo y triunfante a la aldea con el pescado más grande del concurso. Así que decidió evitar el ofrecimiento de ayuda de otro pescador y pasar la noche sujetando la caña de pescar sin poder dormir.

A eso de medianoche, su madre se puso muy nerviosa porque su jovencito hijo no había llegado a casa. Alertó a todo el vecindario y fueron en buscar del orgulloso pescador. Lo encontraron en medio del gran río, dormido pero tembloroso, y a punto de morir congelado. Lo acercaron a la aldea y Samuel despertó algo aturdido. Abrió los ojos y vio un grupo de personas alrededor. Su madre se acercó rápidamente y le dijo:

– Pero hijo mío, ¿Por qué te alejaste tanto?- Le preguntó casi entre lloros-
– Quería ganar el concurso. Quería el pez más grande y que todos se sorprendiesen de mi hazaña.

Un anciano desconocido, que había resultado el ganador del concurso, le dijo cariñosamente:

– Para poder traerte hasta aquí, he tenido que pedir ayuda a otros pescadores porque mi respeto por los ríos y los mares no cabe en este mundo. Además, hemos tenido que cortar el sedal; el pez estaba muerto porque había acabado agotado de luchar y luchar contra el anzuelo. Y puesto que el concurso terminó ayer, estás descalificado, ni siquiera has quedado el último. Pero lo más importante de todo es, querido jovencito, que coger el pez más grande de todos, sólo es posible si no menosprecias el valor y la fuerza de un animal que conoce el río, porque es su medio natural, mucho mejor que nosotros, los seres humanos. El orgullo de pensar que eres más fuerte que todos los peces del río juntos sólo te hará hacer perder una y otra vez todos los concursos a los que te presentes.

EL MOSQUITO QUE SALVÓ AL RÍO-Cuentos para dormir-

EL MOSQUITO QUE SALVÓ AL RÍO.

(Leyenda indígena Norteamericana)

mosquito2Erase una vez hace muchos años, un lugar donde corría un maravilloso río y las mañanas eran soleadas y llenas de colores. El agua era tan buena, pura y benéfica que todos los animales venían a beberla y los peces eran tan numerosos como las estrellas en una noche despejada.

Una mañana, un oso gigante escuchó a los otros animales hablar de ese río y fue hasta allí para beber agua. El oso era tan grande y bebía tanto, que el nivel del agua comenzó a disminuir día a día. Entonces los animales le dijeron al oso que no bebiera tanto, pero éste no les hizo caso y se hartaba todos los días de agua.
Los castores fueron los primeros en alarmarse:
– ¡El agua que rodea nuestras casas está desapareciendo. Si el agua no las sujeta pronto se caerán-, dijo uno de los castores.
Los animales que vivían en el río también estaban inquietos.
– ¿Qué será de nosotros si no tenemos agua? – Dijo el sapo.
– En el agua vivimos y, sin agua, moriremos. – Contestó el pez.

Entonces, los pájaros, los insectos y todos los animales trataron de encontrar juntos una solución para hacer que el oso se fuera de allí. Pero era tan grande y sus garras tan poderosos que no se atrevían a decirle nada. ¡Incluso el alce le tenía miedo!

En ese momento un mosquito llegó revoloteando en torno a los otros animales, exhausto tras un largo viaje. Con una vocecita muy suave, les dijo:
– Si queréis, yo puedo asustar al oso.
Entonces, todos los animales se pusieron a reír y a burlarse del pequeño mosquito.
– ¿Cómo un minúsculo y ridículo animal como tu puede asustar a un oso tan grande? – Dijo entre risas el cuervo. Y a punto estuvo de comerse de un lengüetazo a nuestro valiente mosquito, menos mal que el insecto, enojado, salió zumbando de allí justo a tiempo sin decir palabra.

El mosquito pasó la noche en una charca cercana y a la mañana siguiente, cuando vio al oso, se puso manos a la obra.

Se posó sobre una de las patas traseras del oso y lo mordió lo más fuerte que pudo. El gigante golpeó el piso con la pata haciendo saltar a todos los animales del río. Pero el mosquito siguió mordiendo al oso cada vez más fuerte y el oso volvió a patear el suelo.

Entonces el insecto comenzó a girar en torno al oso, y lo picó con fuerza en distintas partes.

El oso comenzó a volverse loco de picor. Se tiró al río golpeando en todos lados con sus garras, gruñendo y sacudiendo su pesada cabeza.

Pero sus esfuerzos eran vanos porque ni dentro del agua lograba deshacerse del mosquito y sus picotazos. Entonces, volvió a la orilla y aplastando árboles y hierbas en su paso, salió corriendo y dando grandes saltos, sin que nunca más se le volviera a ver por allí.

El mosquito zumbó ante los animales sorprendidos que habían contemplado la escena y con gran orgullo, les dijo:
– ¡Veis, incluso el más pequeño y ridículo puede ganarle al fuerte, si usa la cabeza! Después se marchó volando sin prestarles mucha atención.

Y es Por eso, que nunca faltan mosquitos que revoloteen por encima de los ríos y los lagos. Guardianes de las aguas protegen a los animales de la amenaza del agua que desaparece.

EL AGUA QUE QUERÍA SER FUEGO-Cuentos para dormir-

EL AGUA QUE QUERÍA SER FUEGO
Anónimo.

historiadeunagota«Ya estoy cansada de ser fría y de correr río abajo. Dicen que soy necesaria, pero yo preferiría ser hermosa, encender entusiasmos, encender el corazón de los enamorados y ser roja y cálida. Dicen que yo purifico lo que toco, pero más fuerza purificadora tiene el fuego. Quisiera ser fuego y llama».
Así pensaba un día el agua del río de la montaña. Y, como quería ser fuego, decidió pedir al Abuelo de la Montaña que cambiara su identidad:

«Querido Abuelo. Tú me hiciste agua. Pero quiero decirte con todo respeto que me he cansado de ser transparente. Prefiero el color rojo para mí. Desearía ser fuego. ¿Puede ser? No recuerdo que tú mismo te compararas nunca con el agua. No es un simple capricho.
El agua salía todas las mañanas a su orilla buscando la respuesta del Abuelo de la Montaña. Una tarde, un viento cálido y suave, trajo hasta ella una voz que decía:

«Querida hija: vengo a contestarte. Parece que te has cansado de ser agua. Yo lo siento mucho , porque no eres un agua cualquiera. Tu abuela fue la que me vio nacer, y yo te tenía destinada para ver el nacimiento de muchos niños. Tú preparas el camino del fuego. El agua siempre es primero que el fuego».
Mientras el agua estaba embobada escuchando aquella dulce voz, el Abuelo de la Montaña bajó a su lado y la contempló en silencio. El agua se miró a sí misma y vio el rostro del Abuelo de la Montaña reflejado en ella. Y el Abuelo seguía sonriendo y esperando una respuesta.

El agua comprendió en ese momento que por encima del fuego y de todas las cosas, el privilegio de reflejar el rostro del Abuelo solamente lo tiene, el agua limpia . Entonces el agua suspiró y dijo:

«Ya no se preocupe Abuelo, seguiré siendo agua. Seguiré siendo su espejo. Gracias».

LAS VELAS DE UMIKO, HIJA DEL MAR-Cuentos para dormir-

LAS VELAS DE UMIKO, HIJA DEL MAR

(Leyenda Japonesa)

UMIKO2Hace mucho, muchísimo tiempo, en otra época ya lejana, vivía en el fondo del mar del país del sol, una sirena llamada Amara, la esposa del Señor del mar. A Amara le gustaba subir a la superficie de las aguas y allí tenderse en alguna roca desde la que pudiera ver la ciudad.

Ay, cuanto envidio a los habitantes de esa ciudad que tienen esa luz que no se encuentra en el fondo del mar, y que además pueden sentir en sus rostros continuamente el viento, el sol, la nieve… Si alguna vez tengo una hija, no le privaré de esas sensaciones.- Pensaba Amara mientras contemplaba la ciudad.

Y poco tiempo después, este pensamiento se hizo realidad, ya que Amara fue madre de una pequeña y hermosa criatura. Con gran dolor de su corazón, pero sintiéndose a la vez satisfecha por ofrecerle esa oportunidad a su hija, la llevó a la ciudad junto a los pies de un templo. Y allí la dejó, en las escaleras del templo, besándola con uno de esos besos que sólo dan las sirenas, que crean un aura de protección.

Abajo, en el pueblo, vivía un matrimonio que dedicaba su vida a coger agua de un pozo enorme y embotellarla en tinajas que luego vendía a las gentes.

Hasta ahora se habían apañado bien, pero el pozo se estaba secando y si se quedaban sin agua, se quedarían sin trabajo. Como fuera que su pequeño negocio iba cada vez peor, decidieron ir al templo ese día a pedirle a su dios que les ayudase. Así, cogieron dos velas y se dirigieron hacia el templo, donde hicieron su ofrenda.

De regreso a casa, cuál no sería su sorpresa cuando, bajando por las escaleras, creyeron oír el llanto de un bebé. No tardaron en encontrar a la pequeña recién nacida, y movidos por la compasión la recogieron y la llevaron a casa. Cuando le quitaron las mantas que la envolvían, descubrieron asombrados que no era como los otros bebés. La mitad inferior de su cuerpo era como la cola de un pez, recubierto de escamas doradas; era una sirena. Así pues, la llamaron Umiko, que quiere decir «hija del mar».

Y desde que Umiko llegó a la casa el pozo cada día tenía más agua. El matrimonio no sabía por qué, pero sabían que era gracias a Umiko. Y así era, por las noches Umiko recogía agua del mar y la echaba al pozo donde se convertía en agua dulce. Así pues trabajaban sin cesar para poder embotellar muchas botellas.

Pasó el tiempo, y el matrimonio, que cada vez tenía más dinero, se acostumbró a tener el pozo lleno y la niña creció y llegó a hacerse una mujercita, que todos los días ayudaba a sus padres a sacar y embotellar agua. Su piel era suave, sus cabellos largos y sedosos y sus ojos, despedían un brillo único que recordaba a las perlas del fondo del mar.

Un día apareció un mercader y compró una tinaja de agua. Al ver a Umiko, pensó que sería un gran negocio llevarla a la gran ciudad para exponerla al público y dijo al padre de la sirena:

– Buen hombre, le doy dos bolsas de oro por la sirena.

– De ningún modo- Contestó el padre- Esta joven es mi hija y no está en venta, señor.

Pero tal fue la insistencia del mercader que la avaricia pudo con el matrimonio y al final acabaron accediendo y se la vendieron por una fuerte suma de dinero. Umiko les suplicó que cambiasen de idea, pero de nada sirvieron sus lamentos; el trato estaba cerrado.

Por la noche le pareció oír una voz que la llamaba, como si el mar repitiera su nombre, pero nada vio. Finalmente se quedó dormida. A la mañana siguiente había un carro con barrotes preparado para llevársela hasta el puerto, donde tomarían un barco que les llevaría a la gran ciudad. Cuando se hubieron ido el matrimonio quedó intranquilo, presintiendo que habían actuado mal.

El barco zarpó y de repente una horrible tempestad empezó a azotar la costa. La nave en la que viajaban Umiko y el mercader intentó en vano volver al puerto, pero una enorme ola la precipitó al fondo del mar. El barco comenzó a hundirse y la última imagen que vio el mercader, que creyó estar delirando por la cercanía de la muerte, fue la de una mujer de blanco, con cola de pez, que se llevaba de la mano a Umiko al fondo del mar. Era Amara rescatando a su hija.

Cuando la tempestad se hubo calmado, el matrimonio comprendió su error y se dio cuenta de cómo la avaricia rompe el saco, al comprobar tristemente, que las monedas de oro que les había dado el mercader se habían convertido en piedras y que el pozo se había secado para siempre.

EL PEZ Y LA TORTUGA-Cuentos para dormir-

EL PEZ Y LA TORTUGA

(Popular Hindú)

tortugaypezComo cada amanecer, los primeros rayos del sol se reflejaban en las aguas azules del mar de Arabia. Una tortuga salió de su sueño profundo y se desperezó en la playa. Abrió los ojillos y, de repente, vio como un pez con la cabeza fuera del agua la observaba.
Cuando a la tortuga se le hubo pasado el susto, el pez le preguntó:

-Querida tortuga, por lo que me contó mi padre supongo que hay sabiduría y experiencia en ti y quisiera hacerte una pregunta: ¿qué es el agua?

La tortuga no podía creer lo que le estaba preguntando aquel pez que estaba cerca de ella mirándola con cara de bobo. Cuando se dio cuenta de que realmente estaba fuera de su caparazón, que no estaba durmiendo y el suceso no era parte de un sueño, repuso:

-Amigo pez, y torpe pez: ¿Cómo me preguntas, qué es el agua? Tu has nacido en el agua, en el agua vives y en el agua morirás. Alrededor de tu cuerpo hay agua y agua hay dentro de tu cuerpo. Te alimentas de agua y de lo que en el agua encuentras, y, ¿todavía no has pensado que es el agua?

Y tras decir estas palabras la tortuga se dio media vuelta y se escondió en su caparazón y allí se quedó sin salir hasta que el pez volvió a sumergirse.
Y la tortuga aprendió algo esa mañana, esperemos que el pez también, y es que hay veces que como el ignorante pez que desconoce el agua en la que vive, nosotros ignoramos la realidad que nos rodea.

LOS SEIS JIZOS Y LOS SOMBREROS DE PAJA-Cuentos para dormir-

LOS SEIS JIZOS Y LOS SOMBREROS DE PAJA.

(Cuento tradicional japonés).

los seis jizosErase una vez un abuelito y una abuelita. El abuelito se ganaba la vida haciendo sombreros de paja. Los dos vivían pobremente, y un año al llegar la noche vieja no tenían dinero para comprar las pelotitas de arroz con que se celebra el Año Nuevo, allá en el Japón. Entonces, el abuelito decidió ir al pueblo y vender unos sombreros de paja. Cogió cinco, se los puso sobre la espalda, y empezó a caminar al pueblo.

El pueblo caía bastante lejos de su casita, y el abuelito se llevó todo el día cruzando campos hasta que por fin llegó. Ya allí, se puso a pregonar:

«¡Sombreros de paja, bonitos sombreros de paja!

¿Quién quiere sombreros?»

 

Y mira que había bastante gente de compras, para pescado, para vino y para las pelotitas de arroz, pero, como no se sale de casa el día de Año Nuevo, pues, a nadie le hacía falta un sombrero. Se acabó el día y el pobrecito no vendió ni un solo sombrero. Empezó a volver a casa, sin las pelotitas de arroz.

Al salir del pueblo, comenzó a nevar. El abuelito se sentía muy cansado y muy frío al cruzar por los campos cubiertos ahora de nieve. De repente se fijó en unos Jizos, estatuas de piedra representando unos dioses japoneses. Había seis Jizos, con las cabezas cubiertas de nieve y las caras colgadas de carámbanos.

El viejecito tenía buen corazón y pensó que los pobrecitos Jizos debían tener frío. Les quitó la nieve, y uno tras uno les puso los sombreros de paja que no pudo vender, diciendo: » Son solamente de paja pero, por favor, acéptenlos…:

Pero solo tenía cinco sombreros, y los Jizos eran seis. Al faltarle un sombrero, al último Jizo el viejecito le dio su propio sombrero, diciendo: «Discúlpeme, por favor, por darle un sombrero tan viejo .» Y cuando acabó, siguió caminando entre la nieve hacia su casa.

El abuelito llegaba cubierto de nieve. Cuando la abuelita le vio así, sin sombrero ni nada, le pregunto que qué le había pasado. Él le explicó lo que ocurrió ese día, que no pudo vender los sombreros, que se sintió muy triste al ver esos Jizos cubiertos de nieve, y que como eran seis tuvo que usar su propio sombrero.

Al oír esto, la abuelita se alegró de tener un marido tan cariñoso:

«Hiciste bien. Aunque seamos pobres, tenemos una casita caliente y ellos no.» El Abuelito, como tenía frío, se sentó al lado del fuego mientras la abuelita preparó la cena. No tenían bolitas de arroz, ya que abuelito no pudo vender los sombreros de paja, y en vez de eso comieron solamente arroz y unos vegetales en vinagre y se fueron a la cama temprano.

A la media noche, el abuelito y la abuelita fueron despiertados por el sonido de alguien cantando. A lo primero, las voces sonaban lejos pero iban acercándose a la casa y cantaban:

«¡Abuelito dio sus sombreros

A los Jizos todos enteros

Aligeros, a su casa, aligeros!»

El abuelito y la abuelita estaban sorprendidos, aún más cuando oyeron un gran ruido, «¡Bum!» Corrieron para ver lo que era, y vaya sorpresa les dio al abrir la puerta.

Paquetes y paquetes montados uno sobre otro, y llenos de arroz, vino, pelotitas de arroz, decoraciones para el Nuevo Año, mantas y quimonos bien calientes, y muchas otras cosas. Al buscar quien les había traído todo esto, vieron a los seis Jizos, alejándose con los sombreros de abuelito puestos. Los Jizos, en reconocimiento de la bondad del abuelito, les habían traído estos regalos para que los abuelitos tuvieran un prospero Nuevo Año.

 

EL LEÓN Y LA CIGÜEÑA-Cuentos para dormir-

EL LEÓN Y LA CIGÜEÑA. (Cuento clásico de la India).

leonUna vez, en el tiempo en que Brahama reinaba en Benarés, estaba un enorme y fiero león devorando su recién cazada presa, cuando se atragantó con un hueso. Irritósele la garganta de tal manera, que el pobre animal pasó varios días sin poder probar bocado. Y sufriendo terriblemente.

Una cigüeña, que le contemplaba desde un árbol, le preguntó una mañana, al ver cómo se retorcía de dolor:

– ¿Qué os pasa, amigo?

El león explicó con apagada voz el motivo de su sufrimiento.

– Yo podría libraros de ese hueso -dijo la cigüeña cuando el león cesó de hablar,- pero no me atrevo a hacerlo por miedo a que me devoréis.

– No temas -contestó el león, que como rey de los animales hablaba de tú a todo el mundo.- No te devoraré. Te suplico que me libres enseguida del estorbo que tanto daño me hace y que no me deja comer.

– Confío en vuestra palabra. Echaos sobre la espalda y abrid bien la boca.

La fiera hizo lo que le indicaba la cigüeña. Entonces el ave, no queriendo ahorrarse ninguna seguridad, colocó un palo entre las dos imponentes mandíbulas para que el león no pudiese cerrar la boca; enseguida, metiéndole el largo pico hasta la garganta cogió el hueso y en un momento libró al animal de lo que le había hecho pasar tan malos ratos. Después, con la punta del pico, apartó el palo que impedía cerrar la boca al rey de la selva, y sin aguardar más, voló a posarse sobre una rama.

A los pocos días de esta escena, el león, ya del todo curado, estaba devorando un gran búfalo, cuando la cigüeña, que le contemplaba desde un árbol cercano, decidió sondearle. Así, recitó este primer verso;

Por el favor que yo os hice

Con la mejor voluntad

Dadme vos, Gran Majestad,

El premio que se merece.

La contestación del rey de los animales fue la siguiente:

Me pides tú la merced

Que la acción de mí merece.

¿No te parece estar viva

Merced más que suficiente?

A lo que la cigüeña replicó:

Vos no sois agradecido,

Mi señor, el rey León

Habéis dado ya al olvido

El favor que os hice yo.

Algún día os hallaréis

Otra vez en gran apuro,

Y entonces no tendréis

Ningún asilo seguro.

Y dicho esto, el ave voló lejos de la tierra.

 

EL ÁRBOL QUE HABLABA-Cuentos para dormir-

El árbol que hablaba

(Cuento africano).

arbol que hablaHabía un lobo en la selva. Un día, cuando estaba fuera paseando, encontró a un árbol que tenía unas hojas que parecían caras de personas. Escuchó atentamente y pudo oír al árbol hablar.

El lobo se asustó y dijo: «Hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante». Tan pronto como hubo dicho estas palabras alguna cosa que no pudo ver lo golpeó dejándole inconsciente. No sabía durante cuanto tiempo había estado allí tendido en el suelo, pero cuando despertó estaba demasiado asustado para hablar. Se levantó inmediatamente y empezó a correr.

El lobo estuvo pensando acerca de lo que le había ocurrido y se dio cuenta de que podía usar el árbol para su provecho. Se fue paseando de nuevo y se encontró a un antílope. Le contó lo del árbol que hablaba, pero el antílope no le creyó. «Ven y lo verás tu mismo» dijo el lobo » pero cuando llegues delante del árbol asegúrate de decir estas palabras: Hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante. Si no las dices, morirás.»

El lobo y el antílope se acercaron hasta el árbol que hablaba. El antílope dijo: «Has dicho la verdad lobo, hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante.»

Tan pronto como dijo esto alguna cosa le golpeó y le dejó inconsciente. El lobo cargó con él a su espalda y se lo llevo a casa para comérselo. «Este árbol que habla solucionará todos mis problemas», pensó el lobo. «Si soy inteligente nunca más volveré a pasar hambre.»

Al día siguiente el lobo estaba paseando como de costumbre. Al cabo de un rato se encontró con una tortuga. Le contó la misma historia que le había contado al antílope, y la llevó hasta el lugar. La tortuga se sorprendió cuando vio al árbol hablante.»No creía que esto fuera posible», dijo, «hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante». Inmediatamente fue golpeada por algo que no pudo ver y cayó inconsciente. El lobo la arrastró hasta su casa y la puso en una olla. Pensó en hacer una estupenda sopa.

El lobo estaba orgulloso de sí mismo. Después del antílope y la tortuga cazó un ave, un jabalí, y un ciervo. Nunca antes había comido mejor. Siempre usaba la misma estrategia. Contaba a sus presas que debían decir que nunca antes habían visto a un árbol hablar y que si no lo decían morirían. Todos ellos hicieron lo que el lobo les dijo y todos ellos quedaron inconscientes. Luego el lobo cargaba con ellos hasta su casa. Era un plan perfecto, él lo creía simple e infalible, y agradecía a las estrellas el hecho de haber encontrado a ese árbol. Esperaba comer como un rey durante el resto de su vida.

Un día, que se sentía con algo de hambre, el lobo fue a pasear de nuevo. Esta vez se encontró con una liebre. El lobo le dijo: «Hermana liebre, he visto algo que tú no has visto desde el tiempo de tus antepasados»

«Hermano mayor, ¿Qué puede ser?» Preguntó la liebre.

«He visto a un árbol que habla en la selva» dijo el lobo. Contó la misma historia de siempre a la liebre y se ofreció para llevarla a ver ese árbol hablante. Fueron juntos hasta el lugar. Cuando se acercaban al árbol el lobo le dijo, «no olvides lo que te he contado».

» ¿Qué me contaste?» preguntó la liebre.

«Lo que debes decir cuando llegues junto al árbol, o si no , morirás» dijo el lobo.

«¡Oh!, Sí» dijo la liebre. Y empezó a hablar con el árbol. «¡Oh!, Árbol, ¡oh!, árbol» dijo, » Eres un árbol precioso»

«No, esto no» dijo el lobo.

«Perdona,» dijo la liebre. Entonces habló de nuevo. » Árbol, ¡oh!, Árbol nunca pensé que pudiera ser tan maravilloso».

«¡No, no! » Dijo el lobo, «no un árbol precioso, un árbol hablante. Te dije que tenías que decir que nunca habías visto antes a un árbol hablante.»

Tan pronto como hubo dicho estas palabras, el lobo cayó inconsciente. La liebre se fue andando y mirando hacia el árbol y el lobo. Luego sonrió, «Entonces, este era el plan de Sr. Lobo» dijo. «Se pensaba que este lugar era un comedero y yo su comida.»

La liebre se marchó y contó a todos los animales de la selva el secreto del árbol que hablaba. El plan del lobo fue descubierto, y el árbol, sin herir a nadie, continuó hablando solo.

 

GALLO Y GALLINA -Cuentos para dormir-

GALLO Y GALLINA

(Cuento Sueco)

galloUn día, allá por el mes de abril, un gallo y una gallina fueron a coger nueces para comer. El gallo comió tantas que se le quedaron atascadas algunas nueces en la garganta, así que comenzó a ahogarse. Entonces la gallina asustada, corrió hacia una fuente y dijo:

— ¡Querida fuente, ¿Puede usted darme agua? El agua es para el gallo, que se está ahogando.

Y la fuente contestó:

—Sí, pero ve a aquel árbol y tráeme hojas para adornarme.

La gallina corrió hacia el árbol y dijo:

— ¡Querido árbol, ¿Puede usted darme hojas? Las hojas se las daré a la fuente, la fuente me dará agua y el agua se la daré al gallo, que se está ahogando.

Y el árbol respondió:

— Sí, pero primero tienes que encontrar a una doncella y traerme su delantal.

Entonces la gallina corrió hacia la doncella y le dijo:

— Querida doncella, ¿puedes darme tu delantal? El delantal se lo daré al árbol, el árbol me dará hojas, las hojas se las daré a la fuente, la fuente me dará agua y el agua se la daré al gallo, que se está ahogando.

Y la doncella contestó:

— Sí, pero ve al zapatero y tráeme unos zapatos.

Entonces la gallina corrió hacia el zapatero y le dijo:

—Querido zapatero, ¿puede darme unos zapatos? Los zapatos se los daré a la doncella, la doncella me dará su delantal, el delantal se lo daré al árbol, el árbol me dará hojas, las

hojas se las daré a la fuente, la fuente me dará agua y el agua se la daré al gallo, que se está ahogando.

— Sí, pero ve al granero y tráeme unas cerdas de la puerca para hacer cordones —dijo el zapatero sin levantar la vista de los zapatos viejos que arreglaba.

La gallina corrió hacia el granero y cuando encontró a la puerca le dijo:

—Querida puerca, puede usted darme unas cerdas! Las cerdas se las daré al zapatero, el zapatero me dará unos zapatos, los zapatos se los daré a la doncella, la doncella me dará su delantal, el delantal se lo daré al árbol, el árbol me dará hojas, las hojas se las daré a la fuente, la fuente me dará agua y el agua se la daré al gallo, que se está ahogando.

—Bueno, ahí tienes unas cuantas cerdas -dijo la cerda sin dar mayor importancia al asunto.

Y entonces la gallina corrió y le dio las cerdas al zapatero para hacer cordones, y éste le dio unos zapatos y la doncella le dio su delantal y el árbol le dio hojas y la fuente le dio agua. Pero cuando la gallina llegó con el agua entre sus alas, donde estaba el gallo, éste ya estaba muerto, así que tuvo que beberse ella toda el agua.

 

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