EL MOSQUITO QUE SALVÓ AL RÍO.
(Leyenda indígena Norteamericana)
Erase una vez hace muchos años, un lugar donde corría un maravilloso río y las mañanas eran soleadas y llenas de colores. El agua era tan buena, pura y benéfica que todos los animales venían a beberla y los peces eran tan numerosos como las estrellas en una noche despejada.
Una mañana, un oso gigante escuchó a los otros animales hablar de ese río y fue hasta allí para beber agua. El oso era tan grande y bebía tanto, que el nivel del agua comenzó a disminuir día a día. Entonces los animales le dijeron al oso que no bebiera tanto, pero éste no les hizo caso y se hartaba todos los días de agua.
Los castores fueron los primeros en alarmarse:
– ¡El agua que rodea nuestras casas está desapareciendo. Si el agua no las sujeta pronto se caerán-, dijo uno de los castores.
Los animales que vivían en el río también estaban inquietos.
– ¿Qué será de nosotros si no tenemos agua? – Dijo el sapo.
– En el agua vivimos y, sin agua, moriremos. – Contestó el pez.
Entonces, los pájaros, los insectos y todos los animales trataron de encontrar juntos una solución para hacer que el oso se fuera de allí. Pero era tan grande y sus garras tan poderosos que no se atrevían a decirle nada. ¡Incluso el alce le tenía miedo!
En ese momento un mosquito llegó revoloteando en torno a los otros animales, exhausto tras un largo viaje. Con una vocecita muy suave, les dijo:
– Si queréis, yo puedo asustar al oso.
Entonces, todos los animales se pusieron a reír y a burlarse del pequeño mosquito.
– ¿Cómo un minúsculo y ridículo animal como tu puede asustar a un oso tan grande? – Dijo entre risas el cuervo. Y a punto estuvo de comerse de un lengüetazo a nuestro valiente mosquito, menos mal que el insecto, enojado, salió zumbando de allí justo a tiempo sin decir palabra.
El mosquito pasó la noche en una charca cercana y a la mañana siguiente, cuando vio al oso, se puso manos a la obra.
Se posó sobre una de las patas traseras del oso y lo mordió lo más fuerte que pudo. El gigante golpeó el piso con la pata haciendo saltar a todos los animales del río. Pero el mosquito siguió mordiendo al oso cada vez más fuerte y el oso volvió a patear el suelo.
Entonces el insecto comenzó a girar en torno al oso, y lo picó con fuerza en distintas partes.
El oso comenzó a volverse loco de picor. Se tiró al río golpeando en todos lados con sus garras, gruñendo y sacudiendo su pesada cabeza.
Pero sus esfuerzos eran vanos porque ni dentro del agua lograba deshacerse del mosquito y sus picotazos. Entonces, volvió a la orilla y aplastando árboles y hierbas en su paso, salió corriendo y dando grandes saltos, sin que nunca más se le volviera a ver por allí.
El mosquito zumbó ante los animales sorprendidos que habían contemplado la escena y con gran orgullo, les dijo:
– ¡Veis, incluso el más pequeño y ridículo puede ganarle al fuerte, si usa la cabeza! Después se marchó volando sin prestarles mucha atención.
Y es Por eso, que nunca faltan mosquitos que revoloteen por encima de los ríos y los lagos. Guardianes de las aguas protegen a los animales de la amenaza del agua que desaparece.